Se acabó el buffet libre: Europa se centra en la resiliencia de la cadena alimentaria

Por Dr. Luca Urciuoli, Profesor Adjunto, y Dra. Teresa de la Cruz, Gestora de Proyectos.

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Pocos son los que aún recuerdan los tiempos en que muchas poblaciones europeas se enfrentaban, en el mejor de los casos, a un racionamiento draconiano de alimentos o, en el peor, a la perspectiva real de morir de hambre, como ocurrió en los Países Bajos en 1945. La disponibilidad de alimentos asequibles, variados y de alta calidad, procedentes de los propios productores europeos o de los mercados mundiales, se ha dado por sentada durante mucho tiempo. Pero los acontecimientos recientes, y las tendencias a más largo plazo, ponen en entredicho este supuesto.

La guerra de Ucrania ha perturbado los flujos internacionales de cereales y otros productos básicos, pero dista mucho de ser la única amenaza. El cambio climático está haciendo más frecuentes las pérdidas de cosechas por inundaciones o sequías, y siguen evolucionando nuevas variedades de patógenos vegetales y animales. Políticas por lo demás deseables, como el deseo de reducir los insumos de fertilizantes, pesticidas y, por supuesto, combustible, pueden afectar a la productividad agrícola, y por supuesto no están haciendo más tierras de cultivo; al contrario, las tierras agrícolas europeas siguen perdiéndose en favor del desarrollo urbano, bajo granjas de energía eólica y solar, o en proyectos de «rewilding», así como a causa de la erosión costera y de otros tipos. Los recursos marinos se enfrentan a sus propios retos, y hay amenazas, como la «crisis digital», que se sitúan bastante al margen de las propias industrias alimentarias.

No obstante, sigue siendo cierto en gran medida que el problema no es tanto la falta de disponibilidad de alimentos, sino el de hacerlos llegar desde donde se crían o cultivan hasta donde se necesitan, de forma económica y sin desperdicios excesivos. Se trata de un problema de la cadena de suministro, y aunque las cadenas alimentarias europeas hacen frente notablemente bien a las interrupciones del suministro, esto tiende a ser a través de reacciones ad hoc en lugar de en respuesta a estrategias consideradas a largo plazo.

ZLC participa en un proyecto financiado por Horizonte Europa que acaba de comenzar y cuyo objetivo es crear «Un enfoque integrado para mejorar la resiliencia de los sistemas alimentarios, abogando por la seguridad alimentaria y el suministro ininterrumpido de alimentos», o abreviado SecureFood. El proyecto, de 42 meses de duración, pretende idear sistemas y metodologías que permitan aumentar la resiliencia y la sostenibilidad de las cadenas de suministro alimentario. Para comprender a fondo las complejidades e interdependencias del abastecimiento alimentario, SecureFood reunirá no sólo a productores de alimentos y bebidas, minoristas y consumidores, sino también al «elenco secundario» de actores como graneleros y transportistas por carretera, así como a ministerios y otros organismos que tienen, o deberían tener, la responsabilidad de coordinar las medidas nacionales de refuerzo de la resiliencia.

Las condiciones que rodean la producción y el suministro de alimentos varían enormemente, por grupos de productos y por zonas geográficas. SecureFood examinará cuatro casos particulares a gran escala en diferentes clases de productos, dirigidos por socios de los principales países productores, pero con participación de otras naciones, sobre todo en su papel de consumidores. Entre los casos figura el de los cereales, dirigido por colegas de Ucrania (muy oportuno aunque, de hecho, Secure Food ya estaba en fase de planificación antes de que estallara la crisis actual). Los otros casos se refieren a frutas y verduras (liderado por Portugal); pescado y productos marinos (Bélgica y Grecia); y leche y productos lácteos (Grecia y Finlandia).

La idea es utilizar lo aprendido en estos casos para crear un ecosistema de conocimientos científicos, procesos de colaboración y herramientas digitales que puedan proporcionar indicadores basados en pruebas de los riesgos y vulnerabilidades de las distintas cadenas alimentarias y de cómo anticiparse a ellos, a partir de los cuales puedan diseñarse planes estructurados para salvaguardar la seguridad alimentaria antes y durante las perturbaciones. Es probable que dichos planes abarquen no sólo los procesos agrícolas y acuícolas, sino también las infraestructuras críticas y los sistemas de información.

ZLC participará en la dirección de los trabajos de SecureFood sobre riesgo y resiliencia, y en el desarrollo de análisis de prospectiva: se trata de intentar predecir el futuro identificando los factores que pueden afectar a la seguridad alimentaria hasta dentro de 20 o 30 años, modelizando las cadenas de suministro con esta perspectiva y desarrollando así sistemas de alerta temprana para detectar problemas en desarrollo. Hay muchos datos relevantes disponibles, por lo que el apoyo de los socios en sistemas de información será fundamental. El ZLC también dirigirá la elaboración de una serie de informes para comunicar las conclusiones del proyecto a los gobiernos y otras audiencias.

Garantizar el suministro de calorías por sí solo no es un objetivo suficiente para la resiliencia de la cadena alimentaria: las cadenas de suministro de alimentos tienen que asegurarse de que están trabajando en consonancia con los objetivos «de la alimentación a la mesa»: dietas saludables sostenibles, apoyo al medio ambiente y la biodiversidad, desarrollo de la circularidad y la eficiencia de los recursos, fomento de la innovación y empoderamiento de las comunidades. Estos desafiantes objetivos no deben verse como obstáculos a la resiliencia en las cadenas alimentarias: al contrario, esperamos encontrar que a menudo son parte de la solución.

Para más información pueden ponerse en contacto con Dr. Teresa de la Cruz en [email protected]